Sunday, August 05, 2012

SABADO

#029. NA NA NANA, 
NANANA, NA NA NANA, 
NANA NA NA-NA


– Víctor Iriarte –

Cinemateca francesa, sala Henri Langlois, dimanche 15 janvier. La película Tiburón de Steven Spilberg se estrenó en Francia con el curioso título de Les dents de la mer. Los dientes del mar. Garbo y el hombre pantera se ríen mucho con la traducción. Hacen cola en la cinemateca, sesión de domingo, 15:00 horas. Están nerviosos y contentos, hay muchos niños y niñas correteando por las escaleras y salas del edificio diseñado por Frank Gehry, el ciclo es de Steven Spilberg y hoy programan sesión triple. Hay gente vestida con sombreros de ala ancha y chaquetas de cuero. Los niños no saben que antes de las sagas de Harry Potter hubo otros héroes que no eran magos pero que también vivían aventuras. Lo dice al micrófono la chica que está haciendo la presentación de la película de hoy. Garbo y el hombre pantera no han encontrado dos asientos juntos, por lo que se han sentado separados. Pero una señora, que ha visto el gesto, se ha ofrecido a cambiarse de butaca. "Merci beaucoup". y se apagan las luces. y hay murmullos. y comienza el espectáculo. y en la primera secuencia ya hay sustos y gritos y selva y aventuras y acantilados y peligro y un personaje que está de espaldas durante muchos minutos y que por fin se descubre mirando a cámara y diciendo que la aventura está a punto de empezar: es Indy. Les aventuriers de l'arche perdue. y nos reímos donde hay que reirse. y gritamos donde hay que gritar. y nos asustamos cuando las trampas saltan y descubren los cadáveres momificados de otros aventureros. y todo decimos "¡Aaaaaa!", cuando una antorcha muestra que el suelo de la cámara egipcia donde se esconde el arca perdida está invadido por serpientes muy peligrosas. y cuando las alumnas del profesor Indy atienden a sus explicaciones de historia y una de ellas cierra los ojos y en sus párpados puede leerse "Love you", todas las madres y padres de la sala se ríen y recuerdan las sesiones de cine de los años ochenta y los domingos de entonces y los paseos por los barrios y los juegos en las plazas y lanzar piedras al río y jugar al escondite y correr por las escaleras y la vuelta a casa, exhaustos de domingo y tristes por la cercanía del lunes y del colegio. Porque los domingos de entonces eran así, agotadores y felices y con aventuras y con futuro. "Como el domingo de hoy. Como este domingo en París".

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