Friday, June 29, 2012

NADA

Seinfeld

Por Iñigo López Palacios

"De camino al cine George, Elaine y Jerry esperan a que quede una mesa libre en un restaurante chino". Ese era todo el argumento de El restaurante chino, episodio 11 de la segunda temporada de Seinfeld. Cuando Larry David, creador de la serie junto al protagonista Jerry Seinfeld, envió el guion para su aprobación a la cadena NBC, recibió todo tipo de reacciones negativas. Hubo hasta un ejecutivo que pensó que faltaban páginas.

Se emitió en mayo de 1991. En ese momento Bush padre era presidente. Acababa de terminar la primera guerra del golfo, en la que las victoriosas tropas estadounidenses liberaron Kuwait sin despeinarse. Los Bulls de Michael Jordan estaban a punto de ganar su primer anillo en la NBA. Faltaban cuatro meses para el lanzamiento de Nevermind de Nirvana y la guerra fría tenía por fin un ganador: En agosto un golpe de estado depondría a Mijail Gorbachov. El 25 de diciembre un decreto disolvería oficialmente la URSS.

El orden salido de la Segunda Guerra Mundial se resquebrajaba. Occidente entraba en una etapa de incertidumbre. Pero Jerry Seinfeld y Larry David habían hecho un episodio sobre… nada.

Y no es poca cosa. Era su sueño hacer una serie sobre nada porque la vida es realmente una sucesión de nadas: La vida es no encontrar el coche en un aparcamiento, elegir entre cenar o llegar al cine a tiempo, decidir dónde se ve el partido del domingo. Seinfeld subvirtió las reglas básicas de la comedia de situación y se convirtió en un éxito sin precedentes.Y eso sí que fue una sorpresa.

Estaba construida alrededor de cuatro personajes que viven en Nueva york. Un humorista, su mejor amigo, su vecino y su ex novia. No son familia ni quieren serlo. No son encantadores ni tiernos. Son gente amoral, auténticos capullos la mayoría de las veces. Kramer (el vecino) es un extravagante gorrón. George Constanza (el amigo), un tipo blando, neurótico y cobarde. Elaine (la ex novia) es tan inteligente como cruel y superficial. Y Seinfeld, la estrella, el protagonista, el más sensato de todos, es un maniático, un solitario casi narcisista, capaz de dejar a una mujer porque tiene las manos demasiado grandes y al que parece regocijarle su superioridad sobre sus amigos.

Fueron nueve temporadas, 180 episodios, muchos memorables. The Contest, en el que apuestan a ver quien es capaz de estar más tiempo sin masturbarse. O ese en el que Constanza se despide a voz en grito de su trabajo porque le han negado el acceso al baño de los directivos, y al día siguiente vuelve aparentando que no ha pasado nada. Decir que Senfield fue revolucionaria sería exagerar, visto como Friends recuperó los viejos tics de la comedia de situación amable y Perdidosbatió sus records de audiencia con una receta que era la opuesta: que pasen muchas cosas muy raras todo el tiempo para distraer de la inanidad del producto.

Aunque hizo histórica. Se convirtió en un fenómeno cultural en los Estados Unidos y Jerry Seinfeld en el personaje mejor pagado y valorado de la televisión. Pero sobre todo sentó las bases para casi todo lo bueno que ha venido después. Para The office, por supuesto, pero también para las chicas procaces de Sexo en Nueva York, el Barney Stinsom de Cómo conocí a vuestra madre, el Sheldon Cooper de The Big Bang Theory y si me apuran el amoral Tony Soprano, el contradictorio Omar de The Wire y el mordaz Tyrion Lannister de Juego de Tronos. Cualquier personaje odioso pero no odiable tiene algo de Seinfeld. Y todo haciendo una comedia sobre nada. Superen eso.

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Saturday, June 16, 2012

LOS MELOCOTONES

“De donde venga, en fin, la denominación, no está muy claro, pero después de conocer todas las dificultades etimológicas y semánticas, desde el celta Cambm curvo, hasta camuso, chato en Bocaccio y camos o camoens, esta manzana (camoesa) nos gusta más, como a Bertrand Russell los melocotones desde que conoció su historia, que se remonta a los huesos de melocotón que gran rey Janiska de la India encontró en los zurrones de los prisioneros chinos…” Alvaro Cunqueiro, Cocina Gallega (Everest, 1982)

“Bertrand Russell ha escrito hace años un breve ensayo sobre las cosas inútiles. Y el filósofo aseguraba que desde que sabía que los melocotones procedían de China, que unos huesos habían llegado a la India en el zurrón de unos chinos prisioneros del gran rey Janiska, que de allí pasaron a Persia y que su estancia en Irán había provocado divertidas confusiones etimológicas; desde que sabía todo esto, digo, los melocotones le gustaban mucho más”. Alvaro Cunqueiro, La Cocina Cristiana de Occidente (Tusquets, 1981)

"Curious learning not only makes unpleasant things less pleasant, but also makes pleasant things more pleasant. I have enjoyed peaches and apricots more since I have known that they were first cultivated in China in the early days of the Han dynasty; that Chinese hostages held by the great King Kanisaka introduced them into India, whence they spread to Persia, reaching the Roman Empire in the first century of our era; that the word "apricot" is derived from the same Latin source as the word "precocious" because the apricot ripens early; and that the A as the beginning was added by mistake , owing to a false etymology. All this makes the fruit taste much sweeter." Bertrand Russell, Useless Knowledge en Let The People Think (1962)

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ALVARO CUNQUEIRO


"Le escuché decir una vez a un gran gourmet que si todos los hombres se nutren, solamente unos pocos saben comer y añadía que es con la reflexión, con el pensamiento, como debemos elegir nuestros platos y con la imaginación degustarlos, ya que sin imaginación toda la alimentación del hombre odía reducirse, seguramente a unas píldoras. Lo cual quiere decir que son las gentes de imaginación casi siempre, las que comen mejor, quizá porque como decía el conde de Clermont-Tonnerre "asocian su sustancia terrenal al lugar de donde son y perciben entonces hasta su mismo meollo, el lazo que los ata a la tierra que los soporta; sienten la secreta esencia de las cosas incorporarse a la suya y así comulgan con su tierra en un festín de amor". Son gente tambien, que conocen las verdaderas riquezas de la cocina propia, sin lo cual nunca será fácil apreciar el misterio de las cocinas ajenas.
Y en esto y en otras cosas que a la cocina se refieren, pensaba yo al escribir este libro, en el que hablo de la cocina gallega, del recetario usado por los gallegos en su cocina y de los productos de tierra y mar que son más apetecidos por nosotros. La pregunta que me hago es si verdaderamente nosotros, los gallegos, hemos llegado por nosotros mismos a una cocina característica, con propia adivinación de felices asociaciones de elementos-el caso del lacón con grelos-.

Sabemos mal y en muchos casos nada, de cómo se comía en la Galicia antigua y medieval y aún en los pazos del siglo XVIII. Sabemos algo de como se fue haciendo en ciudades y villas la cocina del siglo XIX, una cocina burguesa y eclesiástica de gran calidad, la cocina de nuestras madres ven aprender en el texto de Picadillo, con normas que llegan de fuera, con nuevos elementos como el arroz y la generalización del consumo del aceite, que es cosa bien reciente. Esta cocina de nuestras abuelas y nuestras madres es, sin duda el máximo momento de la cocina gallega, con formulas muy equilibradas, en las que se busca mantener el sabor natural de los productos que entran en la composición de los platos, lo que por otra parte es lo propio del arte coquinario, que no es un arte de disfraz. Hemos de suponer que las grandes abadías, Oseira o Sobrado, Samos o Celanova, tenían en sus cocinas recetas de otras, incluso españolas o francesas. Pero ¿sabremos algún día como se comía los capones de sus foros el obispo don Lourenzo de Orense el año 1230? ¿Sabremos como le aderezaban al rey Alfonso X el salmón que quería comer por Pascual Florida? ¿Tenemos alguna salsa propia? Hoy le llamamos borona o broa, palabra sin duda prerromana a la bolla de pan de maíz, pero ¿a qué se lo llamábamos antes de que, finándose el siglo XVI, viniese el maíz de América? ¿Se haría una galleta o bizcocho de mijo menudo?....

Donde parece que haya más memoria de las recetas de antaño es en la repostería, en las tartas, melindres, almendrados, bizcochos y bicas, todavía famosos los de diversos lugares del país. Todos estamos de acuerdo en que los gallegos comimos siempre, desde el Eo al Miño, la suculenta lamprea, pero ¿cuando llegó a nuestra cocina la receta de Burdeos, célebre ya allá en los dias de Montaigne? El gallego curaba la lamprea, como el bacalao y el congrio y la comía seca, cocida. Todavía hoy se hace así. ¿Cuando llegó a nuestras cocinas el arroz? ¿Cuando comimos por primera vez los gallegos el arroz con leche o un pollo con arroz, o un arroz en paella? El profesor Meijide Pardo tratando de los catalanes de la salazón en la ría de Arosa, nos cuenta lo que al final del XVIII y comienzos del XIX tenían en sus tiendas: vinos, aguardiente de caña, licores, jabones, aceite, alguna vez cacao, pero nunca arroz. Creo que el arroz entró en Galicia como dulce, arroz con leche. Con los maragatos llegaron en el XVIII los garbanzos del reino de León. La caldeirada en la Galicia marinera debe ser algo bien antiguo, pero naturalmente antaño sin la patata ni pimentón. El gallego nunca comió setas-aunque es seguro que se las vieron comer a los romanos y a algunos monjes francos de las abadías de Cluny y del Císter.
En fín, dejémonos de estas inquisiciones y atengámonos a lo que hoy comen los gallegos y cómo. Alabemos lo que da para comer la tierra, lo que da el mar, la gran diversidad de productos que el gallego puede llevar a su mesa, los platos de rara perfección, los quesos los vinos. Lo más de lo que va en estas páginas es experiencia personal, de gourmet y de vez en cuando de cocinero."

Monday, June 11, 2012

CINDY CRAWFORD














































Cindy Crawford during Revlon's Unforgettable Women of 1990 at Metropolitan Museum of Art in New York City, New York, United States. (Photos by Ron Galella)