Thursday, May 10, 2007

BIOPODER



FREDERIC WISEMAN PUBLIC HOUSING (1997)

"Las películas de Frederick Wiseman retratan una a una las entrañas de instituciones modernas. Pero con Public Housing (1997) es distinto. A lo largo de las tres horas y quince minutos que dura este trabajo se teje una complicada trama. Ida B. Wells, el complejo residencial construido en los años treinta al sur de Chicago es objeto de una observación que desvela un enjambre de instituciones. En esa parcela de la ciudad anidan un sinfín de historias e iniciativas marcadas por la pobreza. Wiseman entiende que la crítica urbana no puede ceñirse a factores arquitectónicos. Las fotografías panorámicas mediante plano fijo con las que se prologa el documental son las credencialesde una visión que el resto de la cinta desmontará a conciencia. Si bien la película empieza recreando perspectivas ortogonales que parecen trazadas sobre la mesa de un planificador urbano,su desarrollo consiste en un drama dilatado y repleto de microacontecimientos. La alternancia de escenas produce una falsa oposición entre el protagonismo de la palabra en unas, y las escenas cotidianas, en apariencia banales, de otras. Como si las filmaciones de asambleas, encuentros de ciudadanos, discursos de agentes sociales y otros testimonios fueran el contenido que necesitara esponjarse con planos de recurso. Durante ese tiempo muerto la cámara de Wiseman capta acciones cuyo significado es mucho más vago e impreciso que lo expresado mediante diálogos. A través del objetivo la vida cotidiana se convierte en un repertorio de gestos sujeto a control policial. No en vano, Jacob Riis, el primero en fotografiar la decadencia urbana a finales del siglo XIX, fue un policía obsesionado por documentar la corrupción moral del Lower East Side de Nueva York.

En Public Housing los transeuntes no pueden discurrir por la calle sin levantar sospechas. Hay planos de mujeres tendiendo la ropa u hombres jugando al ajedrez bajo un árbol, pero también hay gente con bolsas en las manos, como si regresaran del supermercado, que de repente se detienen para esnifar droga a plena luz del día. La frontera entre la rutina y el delito se esfuma. Sin embargo, cuando se filman las reuniones de vecinos la cámara se da un tiempo nada habitual para que quien hable también pueda concluir. Así es como se produce una secuencia de episodios verbalmente densos, enzarzados en discusiones bizantinas, síntomas de un denodado esfuerzo de autorepresentación. Son gente que están intentando entender lo que les ocurre. Los procesos y ciclos de empobrecimiento en los que se ven inmersos son tan intricados que no es extraño que los mismos protagonistas justifiquen las acciones represivas que la ley ejerce sobre ellos. Una agente social declara que, en un juicio que se saldó con la retirada de la patria potestad a una madre, la propia madre acabara felicitándose: “Si a mí me hubieran separado de mi madre cuando era niña, ahora no tendría que pasar por esto”. Un razonamiento terrible que delata la capacidad de los individuos para infligirse el castigo ellos mismos y sin necesidad de mayores coacciones. Un ejemplo para los que dudan de la eficiencia del biopoder".
Carles Guerra

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