Saturday, April 03, 2010

EL LIGUE




La seducción se encuentra en el corazón de las películas de la nouvelle vague y de los cineastas vinculados a ella. Aporta una respuesta a los interrogantes de la época sobre el futuro de la juventud y sobre la autenticidad del retrato de ella ofrecido en las películas al poner en escena más libremente las relaciones amorosas. Es, en todo caso, lo que muestra la prensa de la época, y es lo que reivindican los cineastas a través de sus películas, ya se trate de Godard, Truffaut, Rohmer o Pierre Kast y Jacques Doniol-Valcroze. A menudo, el término libertinaje está al final. Sin embargo, una seducción específica invade las pantallas. Se trata de una seducción algo desprestigiada y a veces considerada vulgar: el ligue.

Ligar es deambular en busca de una aventura fácil, como muy bien ilustra la película de Jean-Pierre Mocky titulada precisamente Les dragueurs.El deambular pertenece a la calle, al anonimato de los parques y los lugares públicos. Por esos lugares pasan las desconocidas, y en ellos identifica el ligón a aquellas cuyo camino intentará interrumpir. La práctica del ligue parece situarse casi siempre bajo el signo de la deambulación. El bar, a pesar de que facilita los encuentros, no es muchas veces más que una etapa posterior. Yes que la naciente nouvelle vague busca la luz. Renunciando a los estudios y a las iluminaciones elaboradas, rechazando los decorados convencionales para captar lo cotidiano de la ciudad y el mundo, esos directores filman una seducción a su medida. Una seducción en movimiento: se trata de caminar, de moverse, de dar vueltas en torno a la muchacha hasta que ceda; y la cámara tiene que poder seguirlo todo. Una seducción sin muchos gastos: ligar a pie no es ningún lujo. Además, muy pronto, se perfila una jerarquía: están los que usan las aceras, los que conducen una moto y los privilegiados que van en coche. Ahora bien, ya nos resignemos a esa práctica o juguemos con ella, ligar sigue siendo, por lo general, la seducción del pobre, del joven sin dinero, del estudiante en pos de aventura. El corto Blue jeans de Jacques Rozier, tan admirado por Godard, es ejemplar en este sentido, así como el largometraje del mismo director Adieu Philippine.También da fe de ello el guión de Rohmer para el cortometraje de Godard Tous les garçons s´appellent Patrick,un modelo del género. Rohmer retomará ese tema en La panadera de Monceau y, mucho más allá de la época de la nouvelle vague, en Les rendez-vous de Paris o El rayo verde.



Ligar es una seducción particular en la medida en que hace del momento del encuentro una obsesión. Ligar es, ante todo, abordar, con todos los riesgos que eso comporta. Porque la mujer que se quiere ligar es siempre una desconocida y nada garantiza que se interese por quien se le acerca. Lo esencial es romper el hielo, lograr que ella acepte escuchar y, al final, responder a la petición que se formula.

Ligar juega con la literalidad: se dice lo que se piensa, lo que se desea, con gran exactitud. Y es eso, no cabe duda, lo que hace que aparezca como vulgar. No es una seducción donjuanesca, porque no engaña; no es una seducción libertina, porque no se aprovecha de la ambigüedad de los signos y el lenguaje. El que aborda - y siempre es un hombre-no esconde su juego. La joven, por su parte, tampoco tiene intención de hacerlo. Hay que ver para eso el cortometraje rodado por Truffaut y montado por Godard Una historia de agua,contado desde el punto de vista de la joven. El ligón habrá ganado la partida si logra que la otra parte le responda. Pero no es algo automático: todo el esfuerzo del ligue gira ante todo en torno al momento de la aproximación, y las primeras palabras tienen gran incidencia sobre el desarrollo posterior. Abordar a otra persona no es algo fácil, al menos para algunos. Hay que atreverse a lanzarse, saber adoptar el comporta miento adecuado para obtener una respuesta. Porque el ligar debe desembocar en la aparición del diálogo a partir del vacío y del silencio ajeno. Lo esencial, en efecto, es superar el discurso de una sola voz para alcanzar el intercambio entre dos interlocutores. Esa seducción huye del monólogo al que a menudo está constreñida. Comprendemos que Jean Rouch utilice el ligar de manera sistemática en El castigo, una película inclasificable, pero, en todo caso, una joya del cine directo que derriba los límites entre la ficción y el documental. Y es que ligar constituye un medio excelente para hacer que el otro hable de sí mismo. Investigación y seducción juegan la misma partida. Recurriendo al ligar como medio de encuentro entre individuos-personajes, Rouch obtiene un discurso sobre el amor y ofrece de ese modo al espectador una investigación de acuerdo con la práctica del cinéma vérité.

Sin embargo, no todas las películas sobre el ligar llevan al espectador hasta el análisis de los sentimientos amorosos. La levedad puede ser un fin en sí mismo, y el juego con la palabra, un recurso del guión. ¿Qué hacer si la muchacha no responde? El amigo, testigo y aliado, ofrecerá la réplica. O habrá que encontrar un truco, hacer el número: el ligón debe encadenar gags, juegos de palabras, piruetas verbales para hacer reír a la indiferente. Una sonrisa y habrá ganado: llegará la respuesta. Ligar también tiene que crear su espectáculo para llegar a los fines que se propone. Convierte al ser seducido en espectador. Seducción de las calles, de la palabra y del espectáculo, ligar es un magnífico instrumento en manos de los cineastas.

Maria Tortajada

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