BRUNO GALINDO
En Corea del Norte existen dos tipos de música: la folklórica y la ideológica. El primer estilo hunde sus raíces en la Corea de los reinados, muy previa a la ocupación japonesa, a las guerras de la primera mitad del siglo XX y a la división de la península por el paralelo 38 en 1945. Esta música tradicional (pequeños tambores, danzas coloridas, trajes regionales, melodías netamente orientales) es una de los pocos puntos en común entre la última nación estalinista del planeta y su ultratecnológica Hermana del Sur.
Respecto a la música vinculada a lo ideológico, es música militar o militarizada. Suena a todas horas. Como los altavoces están en calles y avenidas, en ciudades y aldeas y también en el trabajo y en los hogares (la radio no se puede apagar, sólo bajar el volumen), las marchas y canciones forman parte de la vida cotidiana de un modo absoluto. "Mi país es el mejor", "Pensamos en el Líder día y noche", "Hacia la batalla decisiva", "Canción de la Unidad": la población está tan habituada a las notas y las letras de estos y otros himnos como al encendido y apagado, en bloque, de los distintos barrios del país, ahogado por la crisis energética. La televisión, que suele emitir a diario prácticamente la misma programación, contribuye al gran mantra ideológico-musical. La diferencia entre el uso de la música y el de las sirenas (que suenan a las 6:00, 7:00, 12:00, 13:00 y 16:00 horas) es, en realidad, cuestión de matices.
Digamos también que hay cierta variedad en la música militar, pues si por un lado existen los clásicos orfeones (imagínese a un millar de tenores-generales coreando al unísono su lirismo y fiereza kimilsuniana), por otro hay una versión atípicamente infantilizada, gomosa mezcla entre la marcha ortodoxa, la ópera, Disney, Bollywood y el tecno (hay un estilo electrónico autóctono cuya creación se atribuye, como todo lo demás, al Querido Camarada Kim Jong-il). Esta amalgama es lo que más se escucha en festivales populares al filo de lo eurovisivo, y lo que siempre se ve en descoloridos videoclips cuyo año de producción resultaría imposible de determinar.
Las formaciones son de todo menos convencionales: uno puede ver un septeto de niñas acordeonistas, luego una banda con tres niños a la batería y dos al teclado, por fin treinta violinistas y diez trompetistas. Extraordinariamente ejecutada y bailada (siempre por niños prodigio) esta música podría calificarse de pop militar. Pop songun, utilizando el nombre de la nueva era de priorización militar marcada por el nuclear y teamamericanizado Kim Jong-il. Mezcla imposible entre Pink Floyd, Wagner y la sintonía de una apocalíptica serie de manga. Lo agudo de las voces hace pensar en una cinta acelerada. ¿La partitura? Al oído occidental, parece la obra de un loco. Es música híbrida, fascinante, extraña, difícil, chirriante, descacharrada y sensacional. En Corea del Norte, paraíso socialista que vive en un calendario o era Juche cuyo año cero arranca en el mes de la concepción del patriarca nacional Kim Il-sung hace algo menos de un siglo, no se conoce a Madonna o Michael Jackson: queda desmentida cualquier penetración de músicas extranjeras. Además, tararear alguna canción de fuera supondría un pasaje inmediato al gulag, donde se reeduca al 10% de una población de 22,5 millones de almas. No hay riesgo de piratería (prohibido Internet) ni hay mercado para el politono (prohibidos los móviles).
El contrapunto anecdótico, aunque no poco interesante, se marca en Corea del Sur, donde desde hace algunos años lo norcoreano está de moda y lo relativo a Kim Jong-il es visto por el sector más frívolo de la sociedad como un acontecimiento retro-kitsch. En el Sur hay restaurantes temáticos del Norte donde puedes escuchar esta música mientras unos camareros vestidos como en el país vecino te atienden como a un perro. O se forman grupos de pop con chicas que lograron escapar de allí y las venden como fenómeno de fans. Irreal, desproporcionada, injusta y cruel es la diferencia, que crece cada día, entre un mundo dominado por el mercado y otro en el que el mercado está absolutamente proscrito.
4 comments:
Muy interesante;¡qué sorpresa ver a Bruno Galindo en Plunderphonics! Saludox
juas. es genial
imagino que ya sabrás o te habrá hablado del comic Pyognyang. En youtube también es facil encontrar videos de propaganda Norcoreana al más puro estilo Marina D'or.
http://www.youtube.com/watch?v=hIpvm57eWfA&mode=related&search=
Entiendo a que se refieren con eso de sociedades de mercado y otras donde el mercado está "proscrito". Pero me parece que la terminología debordiana es más precisa: en ambos casos se trata de sociedades capitalistas, pero el modo clásico occidental podría considerarse como el predominio del espectáculo "difuso", y en los países de capitalismo de Estado con banderas rojas habría más bien una sociedad espectacular "concentrada". En estas últimas, se impone también la sociedad de la producción de mercancías y se explota la fuerza de trabajo del grueso de la sociedad, pero la originalidad es qque no existe ni siquiera un intento de "libre mercado", las funciones dirigentes de la burguesía las cumple la burocracias de partido, y como ésta necesita de una serie de mentiras y mitos para mantener su poder, estas sociedades tienmden a ser tan represivas como las nazi-fascistas. Curiosmante, muchos creen que la alternativa al capitalismo se daría en esas sociedades que, la verdad, son una forma de capitalismo diferente, pero no menos brutal y repugnante.
Este post además de ser muy intersante es revelador acerca del extraño folklore coreano que por cierto ahora me intriga.
Saludos!
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